miércoles, 23 de septiembre de 2009

La lluvia y el amor

By: Judith ArMe

Es de noche y mi viaje hasta la zona norte de la Ciudad de México inicia, lo que significa que tengo que viajar en el metro toda una línea.

No habría problema si no fuera por la intensa lluvia, que lleva días derramando su furia sobre la metrópoli en la que vivimos, con lo que el viaje en el metro sea más despacio por precaución.

Aunado a esto es importante considerar que más gente viaja bajo tierra para evitar el tránsito que hay en las avenidas debido al encharcamiento y caos vial, así que con más gente, la lentitud se incrementa.

Sin embargo cuando se sabe que estará ineludiblemente largo tiempo bajo tierra, pegado al cuerpo de otras personas, oliendo sus aromas, escuchando sus conversaciones, observando sus rostros, es mejor buscar algo en qué entretenerse.

Así es posible leer, escuchar música o simplemente poner atención a lo que ocurre al rededor.

Una noche de septiembre, el amor rondaba en un vagón del metro de la línea 3 Indios Verdes – Universidad y no es que lo que contaré me sucediera a mí, más bien ocurrió a unos cuantos centímetros.

Estaba recargada en la puerta que no se abre, dirección Indios Verdes, junto a mí estaba de pie un chavo como de 24 años de edad, delgado, con barba, cabello oscuro, piel blanca, un traje de ante azul marino, portaba lentes y cargaba en la mano una pequeña bolsa de Carolina Herrera roja.

Junto a él, la otra protagonista de la historia, una chica vestida con un pantalón de mezclilla, blusa y suéter blanco, cabello lacio pintado (o despintado) castaño claro, aproximadamente tenía 23 o 24 años de edad.

Él la observaba mucho, ella le evitaba la mirada, rehuía su cercanía, sin embargo con tanta gente en el vagón era imposible cambiar de lugar, así que él aprovechando la situación utilizó uno de los pretextos más viejos del mundo:

Él – ¿Qué hora tienes?

Ella – Las nueve y media.

Así, con esas cortas palabras inicia la historia de romance un día de lluvia en el Distrito Federal.

Así comienza la historia: ella daba respuestas cortas, mostraba claramente que no estaba incómoda platicando con el chico, así que le evitaba la mirada, se distraía sacando cosas de su mochila, revisaba su celular, sin embargo no dejaba de responder lo que él preguntaba.

Mientras, él no dejaba de verla, ponía atención a su rostro y cuerpo, que si bien era delgado y bien formado la cara no era muy agraciada, aunque su arreglo personal solucionaba un poco su apariencia.

Tiempo después quedamos varados en el túnel entre Tlatelolco y la Raza, él para ganar la atención de ella jugó otra carta: volcó la conversación en ella, su trabajo, sus gustos, sus estudios.

Ella se sintió alagada o eso demostró porque entonces sí depositó toda su atención en él, ahora si respondía con mayor interés, dejó de dar monosílabos y sonrisas fingidas por respuesta, preguntaba también cosas y principalmente le sostenía la mirada.

Se escucharon unas cuantas risas, comentarios agradables y por fin llegamos a Potrero, donde se desocupó un asiento que ella rápidamente tomó. Él se mantuvo de pie a su lado, y continuó con su conversación.

Así, entre las palabras que logré percibir, descubrí que él vive cerca de los Héroes Tecamac y ella más adelante de las Américas, pero ambos optaban por la línea tres del metro, ya que por la línea B es más complicado en días de lluvia y más a esa hora.

Por fin después de una hora llegamos a la terminal de Indios Verdes, salieron por el lado opuesto del que yo salgo, así que no sé cuál fue el desenlace de la historia.

Sin embargo me atrevo a suponer algunas cosas debido a la actitud de ambos: creo que salieron juntos del metro, y si tomaron el mismo camión, les quedó más de una hora para seguir conversando.

La lluvia seguía cayendo, así que en caso de que su camino los obligara a seguir juntos, no dudo que hayan intercambiado teléfonos.

Otra opción en caso de que sólo salieron juntos de la estación, él debió ser muy intrépido para solicitarle su número de celular o tal vez su correo electrónico, ella tal vez aceptara proporcionar el correo en vez del celular, por motivos de seguridad.

Y lo que suceda después ya no corresponde a esta historia, ya que no ocurre en un viaje en el túnel del metro.


By: Judith ArMe

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